Las polis,
ciudades-estados independientes, poseían gobierno y territorio propios y
cumplían todas las funciones administrativas, burocráticas y de ocio para sus
habitantes.
De sus diferentes
partes, destacan las acrópolis, ciudadelas fortificadas construidas sobre la
cima de una colina surgidas en época micénica, que servían para resguardarse en
caso de guerra y albergaban los edificios políticos, económicos y religiosos.
La más
conocida es la Acrópolis de Atenas que, a lo largo de su historia, albergó
diferentes edificios hasta que en el S. V a.C. se consagró como un gran
santuario dedicado a la diosa Atenea, patrona de la ciudad.
Durante los
siglos siguientes, los romanos construyeron diferentes edificios, y,
posteriormente, sirvió a los cultos bizantinos, cristianos y musulmanes. En el
S. XVII fue destruida en parte por los venecianos y en el S. XIX, expoliada.
Hoy en día, la Unesco la ha catalogado como Patrimonio de la Humanidad.